XIMENA MANDIOLA
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EXPOSICION "EL PULSO DE LAS HORAS"
GALERIA 13. SANTIAGO - CHILE 2005
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Pinturas
Por Justo Pastor Mellado.

En un texto anterior(1) he sostenido que las pinturas de Ximena Mandiola son ajustes de cuentas con el cotidiano malestar del procedimiento pictórico. No existe, en sentido estricto, placer de pintar, sino goce de un oficio problemático que nos enfrenta directamente con la construcción de un imaginario pictórico identitario. En ese momento, la categoría del trabajo definía sus cuotas de rentabilidad gráfica, desarrollando una obra que había iniciado sus primeras configuraciones en mapas urbanos que separaban y distribuían roles cromáticos por zona. De dichas densidades pasó luego a escribir, incansablemente, números, como si primero hubiese tenido que definir un marco general de referencia, para luego aplicarse a la repetición de un mismo registro, no ya para representar cosas, sino para reproducir el efecto inolvidable, inomitible, de unas intensidades finales que afirman "el deseo del deseo", en pintura.

Repetir, se ha convertido en una estrategia de ejecución que apunta a rebajar la angustia de la figuración. Primero fueron los mapas urbanos. Luego vino la contabilidad del esfuerzo, la medición de la energía. Ximena Mandiola comenzó a repetir los números para no tener que dibujar una forma plena. Es decir, se convirtió en una trabajadora que necesitaba forjarse una excusa a la medida, para poder desterrar la figura humana. Pero justamente, los números y su transcripción hacen estado de una medida de energía que se devuelve en activo de su propia puesta en relevancia. Eso significa seguir de cerca la persistencia de un hábito de marcación que no puede dejar de ocupar un vacío, en una unidad mínima de tiempo, como si se temiera que al secarse la pintura ya no habría posibilidad de seguir marcando. Todo esto puso en evidencia un juego de repeticiones que no se puede evitar. Es decir, se trabaja pensando que no se puede evitar, ligando la actividad a la obligatoriedad de su mantención, so pena de fallecer ante una eventual detención. Por eso, cada cuadro es abordado en jornadas verificables, en que la inversión de energía se hace visible cuantificando la compulsión en superficie ocupada, intervenida por los números.

En los cuadros de una primera época, los números eran pequeños, de modo que su abigarramiento formaba unas tramas que adquirían dimensiones ornamentales. Pero se trataba de una ornamentación inquietante, en cuanto la cercanía del cuadro congelaba el precario margen de ilusión que se había logrado constituir. Luego, aparecerían cuadros en que los números aumentaban su dimensión, para ser escritos con pincel grueso. Cada número adquiría el aspecto de una grafía autónoma, puesta en línea con otros números, pero lo suficientemente armados como para producir una gran retícula que la acercaba a sus mapas urbanos de origen. Y luego, regresaba a las superficies de números buscando reproducir el efecto ilusorio de un relieve, no pudiendo mantenerse en el orden de la hoja de castigo, que es lo que estaba en el punto de partida. Esto es, una pintura que mimaba el castigo escolar y que cumplía la tarea mediante la representación medida del esfuerzo humano invertido.

Sin duda, Ximena Mandiola apunta a compensar una falta. Por ejemplo, una falta de dibujo. ¿Qué significa esto? Una falta entendida como una caída en el mito por el cual, un cazador del paleolítico dibujaba primero la figura del animal al que debía dar muerte, para apropiárselo simbólicamente mediante un acto gráfico. El dibujo compensa la falta del referente a través de un simulacro. Y luego viene la falta de la estampación. Pero esto tiene que ver con el fantasma de una crisis de inscripción. Por eso es preciso contar una y otra vez, para no olvidar (lo) que se acaba de apuntar. Dos momentos que la excusan de la reproducción mecánica, si bien, la repetición del gesto le devuelve el sentido de la irrepetibilidad en la serie. Pero son series finitas remitidas a la tolerancia material del cuadro. En este sentido, las ocupaciones son reducidas al campo de lo previamente conocido, lo que le permite calcular la dimensión de su "pérdida del recuerdo". Es así como estos números pueden ser leídos como las migas que van dejando Hansel y Gretel en el bosque, para poder regresar. Solo se regresa a lo mismo; es decir, a la memoria del signo. Al sufrimiento del olvido del origen. Porque el drama aquí referido es el de la decadencia de una narración interminable. La marca, en suma, de un ciclo mínimo.

En cada cuadro se en/marca una cantidad de imaginario por dispensar, en la enumeración de su propio avance por la superficie ya tramada de la cultura de la imagen. Imagen de pérdida. Conteo de lo irrecuperable. En el fondo, para Ximena Mandiola, enumerar -pintar números- es convocar por anticipado el deseo de domicilio, en pintura.

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(1)Justo Pastor Mellado, "Ajustes de cuentas", Registro Pinturas (Ximena Mandiola), , Galería Praxis,
Santiago de Chile, octubre 1998.

   
   
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